2006 en Granada, un grupo de linuxeras, programadores y amantes de la cultura libre sentábamos las bases para un futuro hacklab. Un chica me dijo que a lo mejor me interesaba meterte en Indymedia. Por aquel entonces llegaba de vez en cuando a algún nodo de Indymedia buscando noticias, pero no sabían quiénes eran ni cómo funcionaban. El periodismo, en aquel momento, me parecía algo de perfiles no técnicos, más adecuados para escribir textos atractivos, y de golpe me topaba con un montón de hackers creando infrastructura, escribiendo y sufriendo para montar vídeos en cinelerra (un desagradecido editor de vídeo para linux).

Indymedia suena casi más extraño ahora que entonces: sin registro ninguno, sin almacenar ningún tipo de dato de las visitantes, en una sala de servidores propia, descentralizado, horizontal y con una identidad colectiva en vez de individual. Era el Internet que fue, que pudo seguir siendo, y que finalmente no fue.

Para cada una de sus características nos topamos con una cara de asombro. El marxista de la Facultad de Ciencias Políticas de Granada, que no me creía cuando le decía que formaba una red global de cientos de nodos sin ninguna estructura de mando que pusiera orden. Decía que era “imposible”, incluso cuando le abría noticias de todo el mundo en su cara. El que hoy contrata nube de Amazon a golpe de tarjeta y no entiende que alguien se tome las molestias en mantener un centro de datos propio desde el enchufe para arriba. Los periodistas comerciales, que no comprenden que los protocolos no tengan flechas verticales. Los sindicatos, que no entienden que haya un medio entre un bloque que les abuchea por firmar la extensión de la edad de jubilación e intentan quitarnos las cámaras. Algunos sindicalistas decían que la libertad de prensa no nos reconocía. Ya me encargué de recordarles que hace 40 años si que agradecían prensa libre y desde abajo.

Indymedia no tiene ni pies ni cabeza ante muchos ojos, más aún con esto del salario en “clicks” que ahora ofrecen algunos grandes medios. Si buscas Indymedia en periódicos como El País o El mundo solo encontrarás los intentos del FBI por acceder a sus datos y el asesinato de Brad Will, ninguna otra referencia al medio.

Para quién firma cada selfie y cada tuit con su nombre y apellidos en busca de una construcción de identidad digital que algún día le revierta en beneficios, más allá del ego, anda confundida o confundido si le hablas de eliminar caras de las fotos y borrar los meta-datos EXIF para evitar cualquier rastreo. Es de locos que las noticias se firmen colectivamente, o que incluso los propios miembros del colectivo suban las suyas como “Anónimas”, y esperen que alguien de la editorial las ponga en portada. Qué más da.

Hoy, cuando escuchar una canción en Spotify rellena datos en más de 200 variables, y cuando se detiene a tuiteros y blogueros por costumbre, Indymedia vale, o valía, más que nunca. El código de los servidores estaba modificado para destruir cualquier dato de las visitantes al instante. Si no había datos, no había peligro para nadie, y no había que debatir más estrategias de privacidad y cifrado. No nos importa contar cuántos nos leen, y aunque nos importase, el coste era demasiado alto. Como resultado ninguna persona que publicase en indymedia terminó detenida por hacerlo, y eso que se publicaron casos de torturas y asesinatos, y en el Sur pelotazos urbanísticos.

Muchos nodos de Indymedia no resistieron, pero nos calan sus prácticas. Dos ex-compis de indymedia montamos hace 4 años cordoba.cc, un proyecto de hosting social con énfasis en la privacidad de las usuarias. Allí damos alojamiento a colectivos sociales y usamos el dinero de pequeños proyectos económicos de base social para financiar los gastos. Explicamos a las alojadas buenas prácticas, y hasta escribimos algunos reportajes a falta de un indy donde colgarlos.

Hoy, en 2019, creo que es importante hablar de lo que fue el indy y otros proyectos descentralizados del “viejo internet” para recuperar el imaginario colectivo y como marco de análisis de esta mutación del capitalismo. Si pensamos que hoy en día es más fácil que nunca montar servicios distribuidos, mientras se recrudece la persecución a la disidencia en internet, resulta paradójico que nuestros canales de comunicación estén más centralizados y privatizados que nunca. ¿Qué poderes nos han traído aquí?¿Cómo ha pasado? Os animo a darle unas cuantas vueltas, como las que dimos antes de cerrar Indymedia Estrecho.

Texto escrito originariamente para el reportaje 20 años de Indymedia en Post Apocalipsis Nau de Radio Vallekas/El Salto (a partir del minuto 31:20). He subido una copia estática de cómo era Indymedia Estrecho en el momento de cerrarlo en 2013: https://indymedia-estrecho.cordoba.cc/